10 cosas para reflexionar de "1984" de George Orwell

    La novela "1984" del periodista británico George Orwell podría no ser solo ciencia ficción, sino mas bien una profecía de lo que puede pasar en un futuro lleno de totalitarismos. El libro se desarrolla en un país utópico en el que se ha establecido un nuevo orden mundial después de unas devastadoras guerras. Este nuevo orden mundial está regido por la figura del Gran Hermano, una personalidad amada y apreciada por todos los ciudadanos, que gobierna Oceanía por medio de cuatro Ministerios que se encargan de organizar la vida de la población. 
    Pero esta vida tan idílica esconde una oscura realidad: todas las personas han sido sometidas a un fuerte adoctrinamiento y son vigiladas constantemente por cámaras que no permiten la privacidad. Y, lo que es más gordo, la sociedad tiene establecidas unas estructuras que tampoco permiten el pensamiento libre. Incluso el amor es cohibido y controlado por el Gobierno. El protagonista de la novela, Winston Smith, percibe vagamente este engaño generalizado y pretende salir del control del Gran Hermano.
    De la novela solo tengo que decir una cosa: léela. 


    Esto son 10 cosas para reflexionar que nos deja 1984 de George Orwell. Con su obra, este autor pretende hacer una crítica del totalitarismo socialista del siglo XX, pero la sátira no se queda en el  pasado: aunque el Gran Hermano sea una clara referencia a Iósif Stalin o Emmanuel Goldstein se refiera a León Trotski, puede que encontremos similitudes entre la novela y lo que algunos gobiernos actuales proponen:

    1. La importancia de la identidad. Durante la novela se ve cómo los niños son manipulados desde su más tierna infancia para que piensen como el Partido dicta. El Estado pretende formar una comunidad homogénea, en la que todos piensen lo mismo y en la que no existan las diferencias. Bajo capa de igualdad toda persona diferente es sometida a un tratamiento que le "devuelve" al buen camino, o mejor dicho, que acaba con su identidad. Cualquier pensamiento independiente y diferente ha de ser eliminado por el bien de la sociedad. En otras palabras, la educación es totalmente controlada por el estado.

    2. Cultivar el lenguaje. El Partido está llevando a cabo un intento de crear una nueva lengua para la ciudadanía. El objetivo oculto -pero bastante evidente- de esta iniciativa es crear un lenguaje en el que se eliminan las palabras que estorban (como libertad) para no podernos plantear ni siquiera esa posibilidad.
—¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabamos haciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundados eliminados y olvidados para siempre? (...) Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño. (...) ¿Cómo vas a tener un slogan como el de «la libertad es la esclavitud» cuando el concepto de libertad no exista? Todo el clima del pensamiento será distinto. En realidad, no habrá pensamiento en el sentido en que ahora lo entendemos. La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsciencia (primera parte, capítulo V).

    Con un conocimiento profundo sobre el hombre, el Partido sabe que limitar la lengua es limitar el alcance de nuestra expresión, y con eso empequeñecer los deseos y las aspiraciones. Nadie podrá sentirse esclavo o miembro de un totalitarismo si esas palabras directamente no existen. 

    3. Escribir más que hablar. El hablaescribe. Hay un aparato de la novela que me ha recordado totalmente a los audios de WhatsApp: el hablaescribe. O a inventos nuevos como Echo dot o Alexa. Es un instrumento con el que las personas en vez de tener que perder tiempo escribiendo, pueden decir en voz alta lo que quieran para que el hablaescribe se lo transcriba. El objetivo es doble: que todo lo que pensamos pueda ser dicho en voz alta y captado por las telepantallas (los micrófonos y las cámaras que utiliza el partido para controlar a la población) y perder la costumbre de escribir. Aunque no lo parezca de buenas a primeras, escribir es importante para la vida espiritual: lo que se escribe se pone sobre un papel, se fija, y podemos volver a ello más tarde. Lo que se escribe nos dice qué se pasaba en ese momento por nuestra cabeza, y también mientras lo escribimos pensamos en si lo que estamos diciendo tiene verdadero sentido. Es un paso para adentrarse en el interior, aquello que ni siquiera existe para el Partido. Escribir es ya reflexionar sobre algo, frente a la fugacidad y la rapidez del hablar. Ya no utilizamos la escritura para comunicarnos, y no por nada Dios se ha revelado en la Escritura.

    4. La intimidad, tan poco valorada, ¡y tanto hay que buscarla! Como iba diciendo, los ciudadanos de Oceanía son constantemente vigilados por las telepantallas. Ni siquiera en el baño o en el dormitorio pueden estar tranquilos. Las telepantallas graban las habitaciones en 360º, sin dejarse ningún ángulo sin captar. Detrás de ellas suele haber alguien controlando hasta el menor de tus movimientos. A las personas no les importa que su intimidad sea mostrada a través de una pantalla, y puede resultarles hasta más seguro. Winston es el único de todos que encuentra un ángulo muerto en su casa en el que puede disfrutar de la libertad de no ser vigilado. 

    5. La memoria y la reflexión para no negar lo evidente. El control de la información. Sobre la memoria podríamos estar mucho hablando. Uno de los ejes y de los puntos fuertes de 1984 es que existe todo un Ministerio dedicado a construir la historia a favor del partido, e incluso cambiarla totalmente (referencias cruzadas, hasta el más mínimo de los papeles) si es necesario. Winston Smith trabaja en el departamento de Archivos, donde se encargan de cambiar ligeramente las noticias pasadas para que se adapten a los intereses del partido. De esa manera, siempre que alguien revisa algo, puede encontrar información "actualizada". Llama la atención que durante la primera mitad de la novela Oceanía está aliada con Esteasia y enemistada con Eurasia, y al llegar a un determinado momento el Partido cambia de bando: se alía con Eurasia y ataca a Esteasia. Pero no solo eso, sino que cambian todos los documentos desde el principio de la historia para afirmar que nunca han estado aliados con Esteasia ni enemistados con Eurasia. De esa manera, lo evidente se niega, y la gente acepta muy convencida la negación de lo evidente.

    6. Los dos minutos de Odio, el enemigo común. Durante la novela se aprecia cómo todos los días el Gobierno convoca dos "minutos de Odio", en el que todas las actividades se paran y los ciudadanos recuerdan lo mucho que odian al líder del Partido, Emmanuel Goldstein. Las telepantallas emiten imágenes con mensajes de odio y todo el mundo comienza a insultarle y desearle lo peor. Probablemente Emmanuel Goldstein sea una invención del Gran Hermano. Pero tener un enemigo común tan odiado une a los ciudadanos. Nadie se pregunta qué ha hecho Goldstein o por qué le odian, simplemente, le odian. Y el resto de su jornada transcurre motivada por el odio hacia este personaje. Winston Smith en un principio no quiere dejarse llevar por el odio del resto, pero finalmente termina sucumbiendo y odiando a Goldstein sin saber por qué. Volcando la agresividad sobre un enemigo imaginario que nada tiene que ver con el Partido, adoctrinan a la población para que ni se les pase por la cabeza pensar que el problema puede estar dentro del INGSOC (Oceanía). Pienso que muchas veces las noticias, las redes sociales, o el mismo pensamiento generalizado, pretenden hacer con nosotros lo mismo que hace aquí el Gran Hermano: desviar el problema y echarle la culpa a otros. Los gobiernos no asumen nunca la responsabilidad de los problemas. A día de hoy escucho mucho "la culpa de todo la tiene Pedro Sánchez". Es más fácil echarle la culpa a un enemigo imaginario-intocable que asumir que están pasando las cosas. 

El problema de Oceanía es el Partido, pero el Partido -que lo controla todo- no deja ningún margen de pensamiento que nos haga darnos cuenta de la verdadera situación. Hay que pedir la luz al Espíritu para que seamos lúcidos y sepamos encontrar las verdaderas raíces de las dificultades, y no volcar nuestra rabia en personas de las que estamos a años luz.

    7. Posverdad e información. Como decía en el punto 5, la información es manipulada y la verdad deja de existir en 1984. Los cristianos tenemos que ser los buscadores y amantes de la Verdad por excelencia. Hay un término que conocí hace poco: posverdad. Es una "distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones o a las creencias personales, con el objetivo de modelar la opinión pública". La objetividad y la verdad deja de importar y lo que se busca es distorsionar los hechos para un objetivo propio. Sucede algo y rápidamente explican que el motivo escondido era violencia de género, racismo o sexismo. El otro día leí cómo se quejaban de que en el asalto al Capitolio de Estados Unidos (evidentemente todo el mundo era blanco) los policías no pararon a los republicanos porque no eran negros. Supongo que en un país tan cargado de odio hacia la raza negra algo tendrá que ver, pero no me parece el motivo fundamental. Así cualquier instante es momento para manifestar tus derechos.

    Así pasa también con la infodemia de la que habla el Papa Francisco. Tenemos tanta información que no nos importa la verdad, estamos aburridos de datos y de cifras. Al inicio de la pandemia vivíamos pegados a los televisores buscando las cifras y las noticias de última hora. Ahora no es que nos dé igual, pero estamos hartos de escuchar la palabra coronavirus. Así pasa en Oceanía, mientras Winston en su trabajo se ocupaba de cambiar datos:

    Lo más curioso era —pensó Winston mientras arreglaba las cifras del Ministerio de la Abundancia— que ni siquiera se trataba de una falsificación. Era, sencillamente, la sustitución de un tipo de tonterías por otro. La mayor parte del material que allí manejaban no tenía relación alguna con el mundo real, ni siquiera en esa conexión que implica una mentira directa. Las estadísticas eran tan fantásticas en su versión original como en la rectificada. En la mayor parte de los casos, tenía que sacárselas el funcionario de su cabeza. Por ejemplo, las predicciones del Ministerio de la Abundancia calculaban la producción de botas para el trimestre venidero en ciento cuarenta y cinco millones de pares. Pues bien, la cantidad efectiva fue de sesenta y dos millones de pares. Es decir, la cantidad declarada oficialmente. Sin embargo, Winston, al modificar ahora la «predicción», rebajó la cantidad a cincuenta y siete millones, para que resultara posible la habitual declaración de que se había superado la producción. En todo caso, sesenta y dos millones no se acercaban a la verdad más que los cincuenta y siete millones o los ciento cuarenta y cinco. Lo más probable es que no se hubieran producido botas en absoluto. Nadie sabía en definitiva cuánto se había producido ni le importaba. Lo único de que se estaba seguro era de que cada trimestre se producían sobre el papel cantidades astronómicas de botas mientras que media población de Oceanía iba descalza. 

    8. Llamar a cualquier cosa amor. El Ministerio del Amor. En 1984 hay cuatro Ministerios que velan por la prosperidad del Partido. Sus nombres son paradójicos, porque precisamente buscan lo contrario. El Ministerio del Amor se encarga de someter a sus prisioneros a la tortura, el miedo y un encerramiento con el fin de que sus pensamientos no se desvíen de los intereses del INGSOC. El amor en 1984 ha desaparecido totalmente. Las familias no se crean por el amor, sino por procreación, y enamorarse no está permitido. Se ensalza una especie de castidad-celibato con el fin de evitar sentimientos de pasión incontrolables por el Gobierno. El amor verdadero es incontrolable por cualquier Gobierno o institución, así que la única manera de controlarlo es acabar con él. En casos extremos, existe hasta la inseminación artificial, para que no sea necesario ni siquiera el sexo. El Estado quiere producir más ciudadanos y evitar el amor. Isabel Celaá estaría muy contenta en este mundo en el que los hijos no pertenecen a los padres (y, naturalmente, son del Estado).

    9. La sala 101 y la destrucción del espíritu. En el Ministerio del Amor -como ya decimos, encargado de infundir terror- existe una habitación llamada la "sala 101". En esta sala está tu peor miedo, tu boggart, tu peor pesadilla. El Ministerio del Amor y esta habitación es, en definitiva, el culmen del propósito del partido: eliminar y destruir el espíritu. El hombre es un eslabón de la producción del Partido. El espíritu, esa parte sobrenatural que nos hace capaces de relación, de trascendencia, de Dios, es eliminada totalmente: ni siquiera existe la posibilidad de pensarlo. Así lo dice uno de los dirigentes máximos del Partido:

Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia. Si no sufre, ¿cómo vas a estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti. ¿Empiezas a ver qué clase de mundo estamos creando? (...) Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos, todo. Ya estamos suprimiendo los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la Revolución. Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, un hombre con otro y al hombre con la mujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de un amigo. Pero en el futuro no habrá ya esposas ni amigos. Los niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan los huevos a la gallina cuando los pone. El instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento. Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano... incesantemente.

    10. ¿Podrá dejar de existir "el hombre"? La última frase de la cita anterior sirve para enunciar el último y final de los puntos. El INGSOC pretende aplastar el rostro humano. Uno de los pasos que hay que dar para destruir a Dios en nuestra cultura es destruir al hombre, porque antes o después se descubre al Hombre como imagen suya....

La novela de Orwell es, efectivamente, ficción. Pero su sátira contiene elementos que nos pueden resultar familiares. ¿Sirve de algo ir en contra de un gobierno, en contra de la idea imperante en nuestro momento? Se ven similitudes entre este mundo utópico y el siglo que nos toca vivir, pero esto no me descorazona. Me da bastante esperanza saber y tener la certeza de que Dios ha creado al hombre para que le encuentre y que ningún totalitarismo de cualquier color o posición puede ahogar este deseo. Sin hacer spoiler, el final de la novela puede resultarnos desconcertante. Pero George Orwell no contaba con la convicción que tenemos los cristianos. Eso sí, con estas diez cosas con las que reflexionamos sobre 1984, habrá que tener cuidado. Y ser astutos para vivir sin que ningún gobierno -o ideología- quiera imponernos su control.

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